En los niños, el cuerpo del dolor a veces se manifiesta a través del mal humor o el retraimiento. El niño se torna hosco, se niega a relacionarse y puede sentarse en un rincón a chuparse el dedo o abrazado a un muñeco. También se puede manifestar a través de accesos de llanto o de pataletas. El niño grita, se tira al piso o incurre en comportamientos destructivos. El hecho de no conseguir lo que desea puede desencadenar al cuerpo del dolor, y en un cuerpo del dolor apenas en desarrollo, la fuerza del deseo puede ser intensa. Los padres podrán sentirse perplejos sin saber qué hacer y sin poder creer que su pequeño ángel se ha convertido en un monstruo en tan sólo unos segundos. "¿De dónde sale tanta desesperación?" se preguntan. Es el cuerpo del dolor colectivo de toda la humanidad, el cual se remonta al origen mismo del ego humano, que se manifiesta a través del niño. El Cuerpo del dolor no es individual, es colectivo. Todos los seres humanos tienen cuerpo del dolor. Y éste se manifiesta más intensamente en algunas personas que en otras. El niño quizás recibió sufrimiento de los cuerpos del dolor de sus padres, de tal manera que éstos podrán ver en su hijo el reflejo de lo que hay en ellos. El hecho de tener que presenciar la inconsciencia de sus padres, les provoca un dolor emocional insoportable, de tal manera que son estos niños quienes llegan a tener cuerpos del dolor muy densos en la edad adulta. Los padres que tratan de ocultar sus cuerpos del dolor, no engañan a sus hijos. "No debemos pelear delante de los niños", dicen, pero eso sólo significa que mientras conversan educadamente, el hogar está cargado de energía negativa. No hay que suprimir el cuerpo del dolor, pues los niños absorben esa energía negativa, hay que dejarlo manifestar, observándolo, tomando consciencia de que está ahí, sin identificarse con él. Los padres suelen preguntarse cómo manejar el cuerpo del dolor de sus hijos. La primera pregunta, por supuesto, es si están manejando el propio. ¿Lo reconocen dentro de sí mismos? ¿Pueden mantenerse lo suficientemente presentes cuando se activa para poder tomar conciencia de él antes de que pueda convertirse en una "persona infeliz"? Mientras un niño sufre un ataque del cuerpo del dolor, no es mucho lo que podamos hacer salvo ESTAR PRESENTES a fin de no dejarnos arrastrar hacia una reacción emocional y evitar así que el cuerpo del dolor del niño se alimente de ella. El cuerpo del dolor se frustrará al ver que los padres no reaccionan y seguramente exagerará su ataque un poco más, antes de tranquilizarse. Conviene hablar con el niño sobre lo sucedido cuando se serene, o al día siguiente. Pero no se trata de hablarle al niño sobre el cuerpo del dolor. Lo mejor es hacerle preguntas como, "¿qué te pasó ayer cuando no podías dejar de gritar? ¿Recuerdas? ¿Cómo te sentiste? ¿Te gustó esa sensación? ¿Tiene nombre eso que te sucedió? ¿Si pudieras darle un nombre, cómo lo llamarías? ¿Querrías hacer un dibujo para explicar cómo fue?" El propósito de este tipo de preguntas es despertar en el niño su facultad para observar, es decir, su Presencia. De esa manera, el niño aprenderá a no identificarse con el cuerpo del dolor. Con el tiempo, la conciencia se irá fortaleciendo mientras el cuerpo del dolor se debilita. El niño estará desarrollando más Presencia. RECONOCER EL CUERPO DEL DOLOR No toda la infelicidad es del cuerpo del dolor. Una parte es nueva infelicidad, creada cada vez que no estamos en armonía con el momento presente. Cuando reconocemos que el momento presente es lo que es, lo que ya está sucediendo y es inevitable, podemos aceptarlo, no crear más infelicidad, y eliminar toda resistencia, entonces nos apropiarnos del poder de la Vida misma. Para reconocer el cuerpo del dolor veremos que la infelicidad siempre es completamente desproporcionada (exagerada) en relación con su causa. Aunque generalmente no es la persona "poseída" por el cuerpo del dolor quien lo reconoce. Una persona con un cuerpo del dolor pesado, encuentra fácilmente las razones para sentirse alterada, molesta, afligida, triste o temerosa. Las cosas insignificantes que en otra persona provocarían solamente un encogimiento de hombros y una sonrisa indiferente, se convierten en la causa de un sufrimiento intenso. Y no son la causa verdadera, sino el factor desencadenante, de revivir las viejas emociones acumuladas. Vemos el presente a través de los ojos del pasado emocional que llevamos dentro. Lo que vemos o experimentamos no está en el suceso ni en la situación, sino en nosotros. La persona con un cuerpo del dolor pesado, suele encontrar imposible distanciarse de su historia cargada de emoción. Mientras más emoción negativa haya en una historia, más pesada es. Así, la historia no se reconoce como tal sino que se la confunde con la realidad. Cuando estamos completamente atrapados en el pensamiento y las emociones que lo acompañan, es imposible desprendernos porque ni siquiera sabemos que podemos hacerlo. Estamos atrapados en nuestra propia película o ilusión. La emanación de energía de una persona con un cuerpo del dolor activo es muy densa y pesada y les resulta muy desagradable a los demás. Cuando se cruzan con esa persona, hay quienes sienten la necesidad de apartarse inmediatamente o de reducir al mínimo su interacción con ella. Se sienten repelidas por su campo de energía. Otras personas sienten una ola de agresión dirigida contra ellas y reaccionan con grosería, atacándola verbalmente o hasta físicamente también. Eso significa que hay algo en su interior que resuena con el cuerpo del dolor del otro. Las personas cuyos cuerpos del dolor son pesados y activos viven con frecuencia en situaciones de conflicto. Algunas veces, ellas mismas las provocan. Pero otras veces quizás ni siquiera hagan nada. La negatividad que emanan es suficiente para atraer la hostilidad y generar el conflicto. Se necesita un alto grado de Presencia para evitar reaccionar cuando se está frente a una persona con un cuerpo del dolor tan activo. Cuando logramos estar presentes, a veces sucede que nuestra Presencia lleva a la otra persona a dejar de identificarse con su cuerpo del dolor y a experimentar un despertar súbito, un “satori”. "Satori" es un momento de Presencia, es un instante en el cual dejamos de lado la voz mental, los procesos de pensamiento y su manifestación física en forma de emoción. Es el afloramiento de un espacio interior donde antes residían el tumulto y la perturbación causados por los pensamientos y las emociones. Aunque este despertar sea de corta duración, será la iniciación de todo el proceso. EJEMPLOS DE CUERPOS DEL DOLOR Si un niño crece con padres para quienes el dinero es motivo de dramas y conflictos frecuentes, podría absorber el temor de sus padres con respecto al dinero y desarrollar un cuerpo del dolor que se activa cuando hay problemas económicos. Estas son personas que se enojan por cantidades insignificantes de dinero. Detrás de su enojo hay problemas de temor intenso y de supervivencia. Un niño abandonado o descuidado por sus padres en la infancia, seguramente desarrollará un cuerpo del dolor que tenderá a activarse en todas las situaciones que resuenen con su sufrimiento de abandono. El amigo que llega tarde a recogerlo en el aeropuerto o el cónyuge que llega tarde a la casa, puede desencadenar un gran ataque del cuerpo del dolor. Si su compañero los abandona o se muere, el dolor emocional que sienten es mucho más intenso que el que sería natural en una situación como ésa. Podría manifestarse en forma de angustia intensa, depresión debilitante o ira obsesiva. La niña víctima del abuso de su padre, su cuerpo del dolor se activa fácilmente en cualquier relación cercana con un hombre. O la emoción de su cuerpo del dolor puede empujarla hacia un hombre cuyo cuerpo del dolor es semejante al de su padre. Su cuerpo del dolor puede sentir una atracción magnética hacia alguien que pueda alimentarlo con el mismo dolor. Una persona que vino al mundo sin ser deseada y no recibió amor sino apenas un mínimo de cariño y atención de su madre, desarrolló un cuerpo del dolor pesado constituido por un intenso anhelo insatisfecho por el amor y la atención de su madre. Y al mismo tiempo, un odio profundo hacia ella por negarle lo que necesitaba. Al llegar a la edad adulta, casi todos los hombres desencadenaban la carencia de su cuerpo del dolor, el cual se manifestaba como una compulsión adictiva por "conquistar y seducir" prácticamente a todas las mujeres a quienes conocía a fin de obtener el amor y la atención femenina de los cuales estaba sediento su cuerpo del dolor. Lo mismo sucede con las mujeres, buscan un hombre para obtener el amor y la atención que no les dio su padre. Cuando aprendemos a reconocer nuestro cuerpo del dolor, aprendemos cuáles son los factores que lo activan. Tan pronto como se presentan esos factores, los reconocemos por lo que son y entramos en un estado de alerta. También notamos la reacción emocional que cobra forma en el cuerpo del dolor, pero en el estado de Presencia alerta no nos identificamos con él, lo cual significa que el cuerpo del dolor no puede apoderarse de nosotros y convertirse en la voz de la mente. Cada vez que estamos Presentes cuando el cuerpo del dolor se manifiesta, parte de la energía emocional negativa se quema, por así decirlo, y se transmuta en Presencia. El resto del cuerpo del dolor se retirará rápidamente a la espera de una oportunidad más propicia para aflorar nuevamente, cuando estemos menos conscientes. El cuerpo del dolor tendrá una mejor oportunidad cuando perdamos Presencia, quizás después de beber unos tragos o mientras vemos una película violenta, o cuando estemos distraídos (falta de Presencia). La emoción negativa más insignificante como estar irritados o ansiosos, también puede servir de puerta para el regreso del cuerpo del dolor. El cuerpo del dolor necesita de la inconsciencia. No tolera la luz de la Presencia. Cada vez que el cuerpo del dolor se apodera de nosotros, cada vez que no lo reconocemos por lo que es, pasa a ser parte del ego. Todo aquello con lo cual nos identificamos se convierte en ego. Las personas cuyo cuerpo del dolor es muy fuerte, llegan a veces a un punto en el que la vida se torna intolerable, donde ya no pueden soportar más dolor ni más drama. Están hartas de ser infelices. Por tanto, la paz interior pasa a ser la primera prioridad. La fuerza intensa del dolor emocional las lleva a dejar de identificarse con el contenido de su mente (pensamientos y emociones, es decir, su ego). Entonces reconocen no ser ni su historia de infelicidad ni la emoción que están sintiendo. El cuerpo del dolor se convierte en el vehículo para despertar, en el factor decisivo que las obliga a asumir el estado de Presencia. Renuncian a resistirse, entran en un estado de alerta, quietud y unión con aquello que es. ¿CÓMO NOS LIBERAMOS DEL CUERPO DEL DOLOR? Depende del estado de Presencia de cada persona. La causa del sufrimiento no es el cuerpo del dolor sino la identificación con él. No es el cuerpo del dolor sino la identificación con él la que nos empuja a revivir el pasado una y otra vez y la que nos mantiene en un estado de inconsciencia. Cuando se activa el cuerpo del dolor, debemos reconocer que lo que sentimos es el cuerpo del dolor, el dolor acumulado que tenemos dentro. Este reconocimiento es todo lo que se necesita para romper la identificación con el cuerpo del dolor. Y cuando la identificación cesa, comienza la transmutación. Porque dejamos de creer que somos el cuerpo del dolor. Reconocemos el cuerpo del dolor y lo aceptamos, lo abrazamos. Mantenemos un estado de Presencia mientras observamos nuestro cuerpo del dolor; de esta manera se va disolviendo, se va quemando, va desapareciendo. Entonces damos paso a lo que verdaderamente somos, al todo que somos, a nuestra verdadera naturaleza. Conocernos a nosotros mismos implica estar anclados en el Ser, en lugar de estar perdidos en la mente.
Ninguna emoción negativa que no enfrentemos y reconozcamos, puede realmente disolverse por completo. Deja tras de sí un rastro de dolor.
Para los niños, las emociones negativas fuertes son demasiado abrumadoras, razón por la cual tienden a tratar de no sentirlas.
A falta de un adulto completamente consciente que los guíe con amor y compasión para que puedan enfrentar la emoción directamente, la única alternativa que le queda al niño es no sentirla.
Desafortunadamente, este mecanismo de defensa de la infancia suele permanecer hasta la edad adulta. La emoción sigue viva y al no ser reconocida, se manifiesta indirectamente en forma de ansiedad, ira, reacciones violentas, tristeza y hasta en forma de enfermedad física.
Todos los vestigios de dolor que dejan las emociones negativas fuertes y que no se enfrentan y aceptan para luego dejarse atrás, terminan uniéndose para formar un campo de energía residente en las células mismas del cuerpo.
Está constituido no solamente por el sufrimiento de la infancia, sino también por las emociones dolorosas que se añaden durante la adolescencia y durante la vida adulta, la mayoría de ellas creadas por el ego.
Este campo de energía hecho de emociones viejas pero que continúan muy vivas en la mayoría de las personas, es el cuerpo del dolor.
El cuerpo del dolor no es solamente individual, también participa del sufrimiento experimentado por un sinnúmero de seres humanos a lo largo de una historia de guerras tribales, esclavitud, rapacería, violaciones, torturas y otras formas de violencia.
Todos los seres que llegan al mundo traen consigo un cuerpo de dolor emocional. En algunos es más pesado y denso que en otros.
El bebé que nace con un cuerpo del dolor liviano no será necesariamente un adulto más "avanzado espiritualmente" que el que nace con un cuerpo más denso. De hecho, muchas veces sucede lo contrario.
Las personas cuyo cuerpo del dolor es más pesado, generalmente tienen mayores oportunidades de despertar espiritualmente que quienes llegan con un cuerpo relativamente liviano.
Mientras algunas permanecen atrapadas en sus cuerpos densos, muchas otras llegan a un punto en que ya no toleran su infelicidad, de manera que se acentúa su motivación para despertar.
El cuerpo del dolor es una energía semiautónoma, hecha de emociones. Tiene su propia inteligencia, muy parecida a la de un animal astuto, y su principal objetivo es la supervivencia.
Se alimenta (absorbe energía) de otras energías que vibran en su misma frecuencia (dolor, pensamientos negativos, drama, infelicidad, etc.). Busca periódicamente la negatividad emocional y la infelicidad. Es preciso estar más conscientes para verlo.
Una vez que la infelicidad se apodera de nosotros, deseamos ponerle fin y tratamos de que los otros se sientan tan infelices como nosotros para alimentarnos de sus reacciones emocionales negativas.
El cuerpo del dolor tiene una fase activa y otra latente (dormida).
Cuando está latente, generalmente no lo sabemos.
Un suceso concreto puede activarlo en cualquier momento. Si la persona vive sola o no hay nadie cerca en el momento, el cuerpo del dolor se alimenta de los pensamientos negativos. La persona, de repente, siente el ánimo negro y pesado, ansiedad o ira o depresión.
La voz de la mente comienza a contar historias de tristeza, angustia o ira acerca de la vida, de nosotros mismos, de las otras personas, de los sucesos pasados, presentes, futuros o imaginarios.
La voz culpa, acusa, reniega, se imagina. Y nosotros nos identificamos totalmente con lo que dice la voz y creemos todos sus pensamientos distorsionados. Es el momento en que se apodera de nosotros la adicción a la infelicidad.
Al cuerpo del dolor le es placentero el sufrimiento y está viviendo a través de nosotros y suplantando a nuestro verdadero ser.
Se establece un círculo vicioso entre el cuerpo del dolor y el pensamiento. Cada pensamiento alimenta el cuerpo del dolor y éste, a su vez, genera más pensamientos.
En algún momento, después de unas cuantas horas o hasta días, una vez que está satisfecho, el cuerpo del dolor vuelve a dormir, dejando tras de sí un organismo agotado y un cuerpo mucho más susceptible a la enfermedad.
A los cuerpos del dolor les encantan las relaciones íntimas y las familias porque es a través de ellas que obtienen mayor alimento.
El cuerpo del dolor de la otra persona desea despertar el nuestro para que los dos puedan alimentarse mutuamente.
El consumo excesivo de alcohol suele activar el cuerpo del dolor.
Una persona profundamente inconsciente cuyo cuerpo del dolor se reabastece periódicamente a través de la violencia física, suele dirigir esa violencia contra su cónyuge o sus hijos.
Cuando recupera la sobriedad, su arrepentimiento es grande y auténtico y promete seriamente no volver a cometer esos actos de violencia. Sin embargo, la persona que habla y promete no es la entidad agresora, de tal manera que es seguro que vuelva a caer en ese comportamiento una y otra vez, a menos que reconozca el cuerpo del dolor que vive en su interior, opte por ESTAR PRESENTE y logre dejar de identificarse con ese cuerpo del dolor.
Puede ser verdaderamente desconcertante que al cabo de un tiempo de vivir juntos con nuestra pareja, un buen día experimenta un cambio radical de personalidad. Usa un tono de voz duro o estridente para acusarnos o culparnos, o nos grita probablemente a causa de un asunto relativamente trivial o se retrae por completo.
La energía intensamente hostil que emana de ella parece decir, "Todo anda mal". Cuando la miramos a los ojos, estos ya no brillan.
Es como si un velo espeso hubiera descendido y que ese ser a quien conocemos y amamos y que solía brillar, fuera un perfecto extraño en cuyos ojos vemos odio, hostilidad, amargura o ira.
No nos casamos únicamente con un esposo o una esposa sino también con su cuerpo del dolor.
Cuando nos habla, no es la voz de nuestro cónyuge o nuestra pareja, sino el cuerpo del dolor que habla a través de él o ella.
Lo que dice no es más que la versión distorsionada de la realidad que nos ofrece el cuerpo del dolor, una realidad completamente distorsionada por el miedo, la hostilidad, la ira y el deseo de infligir y recibir más dolor.
En esos momentos nos preguntamos si ése es el verdadero rostro de nuestra pareja, el cual no habíamos visto antes, y si cometimos un grave error al elegir a esa persona.
Claro está que no es su verdadero rostro, sino el cuerpo del dolor que ha tomado posesión de ella.
Sería difícil encontrar una pareja que no cargue con un cuerpo del dolor.
Sin reconocer el dolor que llevan adentro, proyectan su dolor sobre las situaciones y los sucesos a través de su reacción. No tienen conciencia alguna de lo que son, no distinguen entre un suceso y su reacción frente al mismo. Al no tener conciencia de su estado interior, ni siquiera saben que son profundamente infelices y que están sufriendo.
¿Por qué las películas violentas atraen a un público tan grande?
Hay una industria enorme, gracias a la adicción de los seres humanos por la infelicidad. El cuerpo del dolor es lo que motiva al ser humano a querer sentirse mal.
Entonces, además de la reactividad, los pensamientos negativos y el drama personal, el cuerpo del dolor también se renueva a través del cine y la televisión. Son cuerpos del dolor los que escriben y producen esas películas para que otros cuerpos del dolor paguen por verlas.
Si las películas muestran la violencia, el origen y las consecuencias de esta violencia, si muestran lo que le hace a la víctima y el victimario, si muestran la inconsciencia que está detrás y se pasa de generación en generación, entonces las películas pueden desempeñar un papel fundamental en el despertar de la humanidad. Pueden ser el espejo en el cual la humanidad vea reflejada su locura. Es el despertar de la conciencia, es el fin de la demencia.
La clase de películas que despiertan y no alimentan el cuerpo del dolor son aquellas que muestran la realidad tal y como es. Las películas que son negativas e irrealistas y hay deseo de violencia, no hacen más que alimentar el cuerpo del dolor.
Hay que estar Presente y Consciente para trascender el cuerpo del dolor.
Para liberarnos del cuerpo del dolor debemos reconocer que lo tenemos. Después, es preciso mantenernos lo suficientemente presentes y alertas para notar el cuerpo del dolor cuando se activa en nosotros, como un flujo pesado de emoción negativa.
Cuando lo reconocemos, ya no puede fingir que es nosotros, ya no puede hacerse pasar por nosotros, ni vivir ni renovarse a través de nosotros.
La identificación con el cuerpo del dolor se rompe con la Presencia consciente.
Cuando dejamos de identificarnos con él, el cuerpo del dolor pierde todo control sobre nuestra forma de pensar y, por tanto, no puede alimentarse de nuestros pensamientos para renovarse.
En la mayoría de los casos, el cuerpo del dolor no se disuelve inmediatamente, sin embargo, una vez roto su vínculo con nuestros pensamientos, comienza a perder energía. Entonces, la frecuencia en la cual vibra la energía atrapada anteriormente cambia y se transmuta en Presencia.
Las Nueve Revelaciones es una película realizada en 2006 y basada en la novela del mismo nombre escrita por James Redfield en 1993. Relata la historia de un hombre al que el azar o el destino dirigen a la selva tropical de Perú en la búsqueda de ciertos pergaminos recientemente descubiertos que poseen valiosas ideas de índole espiritual.