Cuentos para pensar y reflexionar

El campesino que jugó a ser Dios (Fábula budista)
Un día un campesino encontró a Dios y le dijo:
– Tú has creado el mundo pero no eres un campesino, no conoces la agricultura. Tienes mucho que aprender.
Dios le preguntó:
– ¿Cual es tu consejo?
– Dame un año y deja que las cosas ocurran tal y como yo quiero. La pobreza no existirá nunca más.
Dios aceptó. Naturalmente, el campesino pidió lo mejor: ni tormentas, ni ningún tipo de peligro para el grano. El trigo crecía y el campesino era feliz. Todo era perfecto.
Al final del año, el campesino encontró a Dios y le dijo, orgulloso:
– ¿Has visto cuánto trigo tenemos? ¡Habrá comida suficiente por 10 años sin tener que trabajar!
Sin embargo, cuando recogió el grano, se dio cuenta de que estaban vacíos. Desconcertado, le preguntó a Dios qué había pasado, a lo que este respondió:
– Has eliminado los conflictos y las fricciones, así que el trigo no terminó de germinar.
"Los problemas son parte de la vida, nos hacen fuertes, nos convierten en personas resilientes. Los días de tristeza son tan necesarios como los días de felicidad porque nos permiten crecer. Por tanto, es mejor dejar de quejarse y de sentirse miserable por las dificultades, estas son oportunidades para aprender a ver la vida con otros ojos."





SERENIDAD


Al terminar la clase, ese día de verano, mientras el maestro organizaba unos documentos encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo:



- "Profesor, lo que más me alegra de haber terminado sus clases es que no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburrida"



El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado.

El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó:

- "¿Cuando alguien te ofrece algo que no quieres, lo recibes?"

El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta.

- "¡Por supuesto que no!", contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho.

- "Bueno", prosiguió el profesor. "Cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso una emoción de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar."

- "No entiendo a qué se refiere", dijo el alumno confundido.

- "Muy sencillo", replicó el profesor. "Tú me estás ofreciendo rabia y desprecio, y, si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tu regalo. Y yo, mi amigo, en verdad prefiero obsequiarme mi propia serenidad."

- "Muchacho", concluyó el profesor en tono gentil, "tu rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa. Yo no puedo controlar lo que tú llevas en tu corazón, pero de mí sí depende lo que yo cargo en el mío."










LA HISTORIA DEL LÁPIZ

El niño miraba al abuelo escribir una carta. En un momento dado, le preguntó:

- Abuelo, ¿Estás escribiendo una historia que nos pasó a los dos? ¿Es, quizá, una historia sobre mí?

El abuelo dejó de escribir, sonrió y dijo al nieto:

- Estoy escribiendo sobre ti, es cierto. Sin embargo, más importante que las palabras es el lápiz que estoy usando. Me gustaría que tú fueses como él cuando crezcas.

El niño miró el lápiz, intrigado, y no vio nada de especial.

- Abuelo, ¡Pero si es igual a todos los lápices que he visto en mi vida!

- Mira, escúchame, Todo depende del modo en que mires las cosas. Hay en él cinco cualidades que, si consigues mantenerlas, harán de ti una persona por siempre en paz con el mundo.

* Primera cualidad: puedes hacer grandes cosas, pero no olvides nunca que existe una mano que guía tus pasos. A esta mano nosotros la llamamos Dios, y Él siempre te conducirá en dirección a su voluntad.

* Segunda: de vez en cuando necesito dejar de escribir y usar el sacapuntas. Eso hace que el lápiz sufra un poco, pero al final está más afilado. Por lo tanto, debes ser capaz de soportar algunos dolores, porque te harán mejor persona.

* Tercera: el lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar aquello que está mal. Entiende que corregir algo que hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante para mantenernos en el camino de la justicia.

* Cuarta: lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su forma exterior, sino el grafito que hay dentro. Por lo tanto, cuida siempre de lo que sucede en tu interior.

* Finalmente, la quinta cualidad del lápiz: siempre deja una marca. De la misma manera, has de saber que todo lo que hagas en la vida dejará trazos, e intenta ser consciente de cada acción.

Paulo Coelho






EL ALACRÁN


Un maestro oriental vio como un alacrán se estaba ahogando, y decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo el alacrán lo picó. Por la reacción del dolor, el maestro lo soltó y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose. El maestro intentó sacarlo otra vez y otra vez el alacrán lo picó.

Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo:
"Perdone maestro, ¡pero es usted terco!!.. ¿no entiende que cada vez que intente sacarlo del agua, el alacrán lo picará?"

El maestro respondió:
"La naturaleza del alacrán es picar, él no va a cambiar su naturaleza y eso no va a hacer cambiar la mía, que es ayudar y servir".
Y entonces ayudándose de una hoja, el maestro sacó al animalito del agua y le salvó la vida.

No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño, solo toma precauciones.
No permitas que la conducta de otras personas condicionen la tuya, algunas persiguen la felicidad y otras la crean.



EL VALOR DE UNO MISMO

Hace mucho, mucho tiempo, había cosas que eran muy distintas a como son ahora… Pero otras eran muy iguales porque la esencia del ser humano no ha cambiado demasiado con el paso de los años.
Cuentan que un joven vivía convencido de que no valía nada: se encontraba en ese momento de la vida en la que uno comienza a descubrirse a sí mismo, con sus luces y sombras, pero en el que todavía presta una gran atención a cuanto los demás dicen sobre su persona. Y lo que decían sobre él no era especialmente bueno: que era inconstante, que no era especialmente brillante, que carecía de ideales claros, que era como una veleta, que no se había encontrado a sí mismo y vivía sin rumbo, que no haría nada con su vida…
Cada crítica a su persona le pesaba como una losa en el alma. ¡Cuántas veces no somos conscientes del peso de nuestras palabras en el ánimo de los demás, y las arrojamos con inconsciencia y temeridad! Profecías autocumplidas...
Claudio –éste es el nombre del joven protagonista de nuestra historia- no vivía, sufría la vida, soportaba su triste existencia. Y cuando uno no disfruta de cada día, un poso de amargura se afinca en su mirada… A la vista de todo aquél que es capaz de mirar al resto de personas cara a cara, sin miedo a descubrir en ellos –como en un espejo- los rincones ocultos de su propia alma.
Un día, mientras Claudio estaba sentado al sol, pensativo, en un parque de su pueblo, un anciano con fama de sabio se acercó a él y, sin mediar presentación, le dijo:
- Pareces triste, joven.
Claudio, tomado por sorpresa, respondió –como suele suceder en estos casos- impulsivamente:
- No lo parezco, señor, lo estoy.
El anciano, con un claro rostro de preocupación, siguió inquiriendo:
- ¿Y como es posible que te sientas triste en un día tan hermoso como el de hoy? El cielo está azul, brilla y calienta agradablemente el sol, no hay apenas nubes (y las que hay, parecen de algodón), estamos en primavera y la naturaleza se está cubriendo con un manto de color que combina con la maravillosa música celestial del canto que los pájaros nos regalan desde las ramas de los árboles…
- Toda esta belleza –interrumpió el joven- no hace más que acentuar por contraste la fealdad y deformidad de mi propia existencia. Pensaba que vos, de quien se dice que sois un gran sabio, podríais entenderlo… Y, como dicen que también sois misericordioso, había creído que –tal vez- os habíais aproximado a mí con la intención de ayudarme.
El anciano le miró con afecto y le respondió:
- ¿Te llamas Claudio, verdad? Bien, Claudio, estaría encantado de ayudarte a resolver lo que para ti es un problema… Pero no dispongo de tiempo porque debo ir al mercado a vender este anillo -y le mostró una gruesa y envejecida sortija que extrajo de su bolsillo- porque me urge lograr una moneda de oro para un asunto que me llevo entre manos. Así que no puedo entretenerme… Aunque, si me hicieras el favor de ir tú, que eres más joven y eres capaz de hacer el camino corriendo, tal vez me sobraría el tiempo que necesito para traer algo de paz a tu espíritu.
El joven no se lo pensó, se puso de pie de un saltó y preguntó:
- ¿Qué queréis que haga, maestro?
- Simplemente, ve al mercado y vende esta joya al primero que te ofrezca una moneda de oro por ella. Después, vuelve corriendo con tu pago para que pueda dedicar mi tiempo a tu persona.
Claudio tomó la sortija, se la puso en su dedo anular y salió corriendo como alma que lleva al diablo, mientras el anciano le contemplaba partir con una media sonrisa dibujada en sus labios.
Cuando el joven llegó a su destino, ofreció el anillo a todos aquellos tenderos con los que se cruzó, pero uno tras otro le dijeron que aquello era una antigualla y que, como mucho, le pagarían un par de monedas de plata pero, en ningún caso, la moneda de oro que él pretendía. Cada vez más desesperado, fue preguntando a todos los que allí había y también todos, sin excepción, le dieron la misma respuesta: no iban a pagarle una moneda de oro. Abatido, cabizbajo y pensativo, volvió al lado del sabio que le esperaba en el mismo lugar en el que le había dejado.
- Lo siento, maestro. Le he ofrecido vuestro anillo a cuantos había, pero ninguno ha querido pagar su precio. Han llegado a ofrecerme tres monedas de plata, pero todos me han dicho que este anillo no vale más que eso. Siento decepcionaros y no haberos resultado de más ayuda.
El anciano, sin inmutarse, contesto:
- Mi querido y joven amigo, de necios es confundir valor y precio. Pero es cierto que hemos cometido una imprudencia al tratar de vender la sortija, poniéndole precio sin conocer su auténtico valor. Hagamos las cosas bien… ¿Conoces al joyero que vive a 10 minutos de aquí? Acércate a su casa y pídele que tase este anillo. Diga lo que diga, no se lo vendas y vuelve aquí para comunicármelo. A tu vuelta, te devolveré el favor ayudándote como tú me has ayudado a mí.
Claudio partió, de nuevo, para cumplir con la misión que le habían encomendado. Cuando llego a su destino, golpeó la puerta con los nudillos y, cuando fue invitado a entrar, penetró en la morada del joyero… En la que este próspero ciudadano y comerciante tenía también su taller de orfebrería.
Tras explicar el motivo de su visita y mostrarle la joya del anciano sabio, el experto joyero tomó la sortija y –con la ayuda de unas lentes de aumento- se puso a observarla con detenimiento. Tras unos minutos de silencioso estudio, finalmente dijo:
- Dile a su dueño que, en los difíciles tiempos que corren para todos, no puedo ofrecerle más de cien monedas de oro. Sé que en otros tiempos le habrían pagado hasta ciento setenta monedas, pero vivimos momentos difíciles y mi máxima oferta es de cien áureas monedas.
El joven salió por la puerta como una exhalación, corrió a toda velocidad de vuelta a la plaza en la que le esperaba el sabio, el corazón no le cabía en el pecho, la sorpresa y la alegría le golpeaba las sienes y se reflejaba en el brillo febril de su mirada:
- ¡Cien monedas de oro, maestro! ¡Cien monedas! ¡No una, cien!
-Eso ya está mejor -dijo el sabio-, pues pagué ciento veinte monedas por el anillo… Como ves, sólo un experto ha sabido valorar adecuadamente esta preciosa y peculiar sortija que ha pasado desapercibida para la mayor parte de aquellos a quienes se la has ofrecido. Yo soy un experto en conocer a los seres humanos. Puedo asegurarte que he leído en tu interior, y que ocultas en tu corazón una joya que es mucho más valiosa que el anillo que portas en la mano. ¡Eres un tesoro que todavía espera a ser descubierto! Creo que hoy has aprendido a desoír a los necios, es una importante lección. Ahora te corresponde a ti el cavar en tu persona, el perfeccionarte a ti mismo para dejar aflorar toda la genialidad, bondad y belleza que ocultas en tu corazón. Está allí, esperando a que las descubras y las compartas con quienes te rodean, aunque hoy parezcan no merecerlo.
El joven, emocionado, abrazó al anciano y rompió a llorar.
- Que estas lágrimas limpien el peso que había en tu alma y purifiquen los ojos de tu espíritu para que puedas verte tan valioso y hermoso como te percibo yo –le deseó el anciano a Claudio mientras le devolvía el abrazo. Lucha por ser el que estás llamado a ser, y ten paciencia… Aquellos que estén preparados descubrirán tu auténtico valor, y te demostrarán con su amistad la grandeza de su alma. Disfruta de su cariño, y ofréceles el tuyo. Si no olvidas lo que hoy has aprendido, Claudio, serás feliz y tendrás una vida próspera y lograda. Así que voy a hacerte un regalo: quédate con el anillo que tanto te ha enseñado y mantenlo siempre a tu lado como recordatorio de este día y de la verdad que se te ha desvelado.
Pasaron los años y todos los auspicios del sabio se fueron confirmando… Claudio resulto ser un hombre como pocos, dotado de una inteligencia, sensibilidad y bondad fuera de lo común. Un ciudadano de referencia, querido y admirado por todos, a cuyo alrededor se forjó un halo de leyenda. Incluso algunos decían que era como era gracias a una antigua sortija mágica que portaba siempre en su dedo anular… Tal vez estuvieran en lo cierto… O tal vez no hubiera más magia que la que procede de un corazón desbordante que conoce como pocos la belleza que todos portamos en nuestro interior. Somos la cámara de un tesoro, en muchos casos aun por descubrir.



EL BAMBÚ Y EL ROBLE

Cierto día cuando estaba en el bosque, vi que un joven de 16 años aproximadamente, golpeaba un árbol. 

Fui donde él estaba, me senté y sólo miré. 

Cuando vi que cesó de golpear aquel árbol, sólo le dije: ¡Muy duro! ¿eh? tienes problemas, y los resuelves golpeando un árbol.

- Sí, así soy, duro y fuerte.

-Prefieres golpear un árbol, descargar toda tu energía en él, y abandonar tus problemas sin tratar de resolverlos... ¡qué bien!

Así que, duro y fuerte. -Ven, te voy a decir algo.-

Lo llevé hasta donde estaba un roble; después lo llevé a donde estaba un bambú...

-Obsérvalos... el roble es grande, duro, y muy fuerte, igual que tú, y el bambú es muy delgado, y flexible.

En tiempos de tormenta, cuando los vientos soplan muy fuerte, el único que sobrevive a tal desastre natural es el bambú, ya que el roble es muy duro para soportar la tormenta.

El bambú, con su gran flexibilidad soporta toda tormenta, se mueve y dobla en armonía, hacia donde los vientos se dirijan; y el roble, como es tan duro, está tan estático que en vez de doblarse se quiebra, trata de resistir, de imponerse ante la tormenta, hasta que tarde o temprano cede.

Pasada la tormenta, el único que queda de pie es el bambú, delgado y flexible, listo para soportar otra tormenta.

En tu vida, considera cada problema como una tormenta, y decide si te comportas como un bambú o como un roble.



Los sentimientos y cualidades del hombre

Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres.

Cuando EL ABURRIMIENTO había bostezado por tercera vez, LA LOCURA, tan inquieta como siempre, les propuso: Vamos a jugar a la escondida.

LA INTRIGA levantó la ceja, dudosa, y LA CURIOSIDAD, sin poder contenerse preguntó: ¿a la escondida? ¿y cómo es eso? Es un juego. Explicó LA LOCURA, en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar al primero de ustedes que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego.

EL ENTUSIASMO bailó secundado por la EUFORIA. LA ALEGRÍA dio tantos saltos que terminó por convencer a LA DUDA e incluso a LA APATÍA, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar, LA VERDAD prefirió no esconderse, ¿para qué?, si al final siempre la hallaban, y LA SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y LA COBARDÍA prefirió no arriesgarse…

Uno, dos, tres… Comenzó a contar LA LOCURA.

La primera en esconderse fue LA PEREZA, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino, LA FE subió al cielo y LA ENVIDIA se escondió tras la sombre del TRIUNFO, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.

LA GENEROSIDAD casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: que si un lago cristalino ideal para LA BELLEZA, que si la hendija de un árbol perfecto para LA TIMIDEZ, que si el vuelo de la mariposa, lo mejor para LA VOLUPTUOSIDAD, que si una ráfaga de viento, magnífico para LA LIBERTAD. Finalmente terminó por ocultarse en un rayito de sol.

EL EGOÍSMO en cambió encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo… pero sólo para él. LA MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris) y LA PASIÓN y EL DESEO en el centro de los volcanes.

EL OLVIDO… se me olvidó donde se escondió… pero eso no es lo importante.

Cuando LA LOCURA contaba 999.999, EL AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado… hasta que divisó un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores.

“Un millón” Contó LA LOCURA y comenzó a buscar.

La primera en aparecer fue LA PEREZA sólo a tres pasos de una piedra.

Después se escuchó LA FE discutiendo con Dios en el cielo sobre Zoología y a LA PASIÓN y EL DESEO se los sintió en el vibrar desde los volcanes.

En un descuido encontró a LA ENVIDIA y, claro, pudo deducir donde estaba EL TRIUNFO.

EL EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo, él solito salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas.

De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a LA BELLEZA, y con LA DUDA resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de que lado esconderse.

Así fue encontrando a todos.

EL TALENTO entre la hierba fresca, a LA ANGUSTIA en una oscura cueva, a LA MENTIRA detrás del arco iris… (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y hasta EL OLVIDO… que ya se le había olvidado que estaba jugando a la escondida. Pero sólo EL AMOR no aparecía por ningún sitio.

LA LOCURA buscó detrás de cada árbol, bajo cada riachuelo del planeta, en la cima de las montañas y cuando estaba por darse por vencido divisó un rosal y las rosas… Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó. Las espinas habían herido en los ojos AL AMOR.

LA LOCURA no sabía que hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, pidió perdón. Sin saber como disculparse, prometió ser su lazarillo.

Fue entonces, cuando por primera vez se jugó a la escondida en la tierra, y desde esos tiempos:

EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA




ACTITUD POSITIVA


Un labrador oyó un ruido bajo la rueda del rastrillo de su arado.

Miró con curiosidad y descubrió desenterrado un cofre lleno de monedas de oro.

¡Qué suerte! Lo tomó y lo enterró profundamente en su jardín.

"¿Qué hacer con eso?" se preguntó.

Se imaginó todo lo que podría comprar y decidió... que este cofre lleno de monedas de oro sería

 su seguridad en caso de una dura temporada.

Y tal seguridad cambió su carácter: de precavido llegó a ser relajado, de

 gruñón pasó a ser agradable y eliminó su intolerancia, de hecho,vislumbró 

una vida hermosa y feliz, sabiendo que aunque llegaran tiempos duros, podría

 hacerles frente.

Sus últimas horas llegaron y antes de morir, reunió a sus hijos y les reveló su

 secreto.Murió instantes después.

El día siguiente, sus hijos cavaron en el lugar indicado, encontraron el cofre, pero ¡qué sorpresa, 

estaba VACÍO! Pues las monedas habían sido robadas al labrador desde hace más de 10 años.

¿Qué es entonces lo interesante de esta historia? Es ver que no es el hecho 

de ser rico lo que le dio seguridad y felicidad, sino la IDEA de que tal riqueza

 y felicidad existían.

No es el hecho en sí mismo sino su interpretación. Cuando tengas una idea y te sientas mal, 

piensa en esta historia.

¿Es realmente el hecho en sí mismo el que lo hace ser malo, o el poder que tu le otorgas a esos

 pensamientos?.

Esta historia te dará otras lecciones, pero sobre todo la de recordarte ese 

poder que tienes en cada momento de cambiar tus pensamientos de negativos a positivos.



EL ELEFANTE


Había una vez un niño, que lo que más le gustaba de los circos eran los animales, y le llamaba especialmente la atención el elefante. Durante la función la enorme bestia hacía gala de todo su peso, un tamaño y una fuerza descomunales. Pero después de su actuación el elefante permanecía atado a un pequeña estaca clavada e ...n el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas. Sin embargo la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir. El misterio es evidente. ¿Por qué no huye?

El niño confiaba en la sabiduría de los mayores y preguntó a su padre sobre el misterio del elefante. Alguno de ellos le explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. ¡Ahhhh! Hizo entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan? Ninguna respuesta coherente obtuvo. Años más tarde descubrió alguien, verdaderamente sabio en cuestiones de elefantes, que había encontrado la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerrad los ojos e imaginad al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. En aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imaginad que se duerme agotado y que al día siguiente lo vuelve a intentar, y al otro día y al otro… Hasta que un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer, y jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.

Todos somos un poco como el elefante del circo….vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad, pero son nudos mentales que podemos eliminar...Si crees que no puedes realizar algo estarás en lo cierto, si crees que si puedes sabiendo que existen muchas formas de intentarlo también estarás en lo cierto...Lo que creas esa será tu realidad...La creencias mentales, limitantes e inculcadas por los demás se pueden eliminar con naturalidad, solo si tu lo deseas y CREES EN TI…Una Actitud optimista y ganas de proyectar en el exterior tus ilusiones te ayudarán a encontrar los medios necesarios a través de personas o situaciones muchas veces inesperadas pero que te abrirán puertas que te llevarán a tu realización personal. CREE EN TI!!

 
 

EL BAMBÚ JAPONÉS

Un cuento sobre la paciencia:

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego.También es obvio que quien cultiva la tierra no se detiene impaciente frente a la semilla sembrada, y grita con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita sea!Hay algo muy curioso que sucede con el bambú y que lo transforma en no apto para impacientes:

Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.

Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30metros!

¿Tardó sólo seis semanas crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.

Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.

Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.

De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante.

En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que en tanto no bajemos los brazos -, ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos-, si está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando.

Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice. El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.

Tiempo… Cómo nos cuestan las esperas, qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos…

Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al chófer del taxi… nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué… Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés… ¿Para qué?

Te propongo tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación. Si no consigues lo que anhelas, no desesperes… quizá solo estés echando raíces….

 

                                                       ¡En busca de la Felicidad!
Cuenta la leyenda, que un hombre oyó decir que la felicidad era un tesoro.
A partir de aquel instante comenzó a buscarla. Primero se aventuró por el placer y por todo lo sensual, luego por el poder y la riqueza, después por la fama y la gloria, y así fue recorriendo el mundo del orgullo, del saber, de los viajes, del trabajo, del ocio y de todo cuanto estaba al alcance de su mano.
Un día, en un recodo del camino vio un letrero que decía: - "Le quedan dos meses de vida".
Aquel hombre, cansado y desgastado por los sinsabores de la vida se dijo:
- "Estos dos meses los dedicaré a compartir todo lo que tengo de experiencia, de saber y de vida con las personas que me rodean". Y aquel buscador infatigable de la felicidad, sólo al final de sus días, encontró que en su interior, en lo que podía compartir, en el tiempo que le dedicaba a los demás, en la renuncia que hacía de sí mismo por servir estaba el tesoro que tanto había deseado.
Comprendió que para ser feliz se necesita amar; aceptar la vida como viene; disfrutar de lo pequeño y de lo grande; conocerse a sí mismo y aceptarse así como se es; sentirse querido y valorado, pero también querer y valorar; tener razones para vivir y esperar y también razones para morir y descansar.
Entendió que la felicidad brota en el corazón, con el rocío del cariño, la ternura y la comprensión. Que son instantes y momentos de plenitud y bienestar; que está unida y ligada a la forma de ver a la gente y de relacionarse con ella; que siempre está de salida y que para tenerla hay que gozar de paz interior.
Finalmente descubrió que cada edad tiene su propia medida de felicidad y que la fuente suprema de la alegría es el amor, la bondad, la reconciliación, el perdón y la caridad total. Y en su mente recordó aquella sentencia que dice: "Cuánto gozamos con lo poco que tenemos y cuánto sufrimos por lo mucho que anhelamos”.
 

 

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